“Más
de cinco años no va a haber”, profetizó Albana. Y esa declaración resultó
conmocionante: los varones se agarraban la cabeza, daban pisadas violentas
contra el pasto, se rompían la remera; las mujeres no se exaltaron tanto pero
sí gritaban, lloraban y algunas ponían sus manos en el fuego para herirse un
poco. La tercera noche empezó más dramática; era el turno de Jeannette.
Jeannette
era una chica muy propensa a enfermedades fugaces que acarreaban cambios
abruptos en su fisonomía. Todo comenzaba con un punzante dolor en la espalda;
esa era la señal de que un azote bacteriológico estaba a punto de trastocarla.
Aquella noche lo sufrió justo antes de empezar su discurso. Sus piernas
temblaron. Luego se escuchó un crujir de huesos y todos presenciaron cómo la
izquierda se hizo derecha y la derecha, izquierda. Sus glúteos se inflaron de
tal forma que sentada sobre la tierra quedaban sus pies alzados al aire. Pero
nadie dijo nada.
Así
fue su historia:
“Entiendo,
no es común ver algo así. Y esto les voy a contar, quiero que sepan cómo es que
tengo un problemita tan extraño.
Voy a
hablarles un poco sobre mi padre. Él era haitiano y, como todo haitiano,
también fue un brujo lleno de diablos horribles. Resulta que en el noventa y
ocho vino a la Argentina para dar clases de francés, boxeo y terapias
alternativas. Al otro año conoció a mi mamá, que fue alumna suya. Noviaron por
unos siete meses y después se casaron. Bueno. Para ella él era su primer novio;
bueno, nunca se había imaginado que su primer hombre iba a ser un negro, pero
así se dio. Y claro, esto trajo el gran inconveniente. Una vez casados, mi mamá
se acostó con muchos tipos, especialmente rubios; quería sacarse las ganas.
No se
imaginan la bronca de mi viejo cuando se enteró: rompía las camisas, se
agarraba la cabeza, gritaba…, todas esas cosas. Él era un hombre muy sensible y
respetuoso, no quiso avergonzar públicamente a mamá. Bueno. Hizo lo que todo
haitiano hace en esta situación: le dejó a ella una carta con una maldición y
después ingirió veneno.
Y en
la carta él juraba por los dioses de la muerte que mi mamá nunca más iba a
poder quedar embarazada, y que la hija que le estaba por nacer iba a tener un
espíritu negro que la visitaría de tanto en tanto para pincharla con molestias
terribles. No explicaba bien cómo serían las molestias, pero bueno, ya me di
cuenta con los hechos.
Lo
cómico es que mamá tuvo tres hijos más, y todos sanitos, solo a mí me cayó el
karma y el diablo este que me enferma. Pero aún así, lo pienso con cariño a
papá, tenía un corazón tierno; y si actuó siniestramente fue tan solo por
seguir la tradición haitiana. Y todas las culturas son dignas de respeto.”
La
historia de Jeannette calmó los aires, resultó agradable. Al ratito de
terminar, sus piernas volvieron a la posición correcta y se deshinchó su
traste. Los chicos se pusieron a cantar, a abrazarse, a besarse y a jugar
muchos juegos.
La
siguiente noche habló Ramiro, un muchacho de veinticuatro, fanático de Vélez,
que estudiaba danza contemporánea en una escuela del Estado. Noviaba con
Ludmila, otra de las chicas del grupo, y tocaba lindo el acordeón.
Muy interesante la historia de jeannete
ResponderEliminarMsd
Tiene todo el clima de El Decamerón.La historia, la descripción del personaje que la cuenta. El efecto que produce en los concurrentes.Muy logrado el tono.
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