Todos
los jóvenes eran porteños salvo Marita, ella nació en La Rioja, era entonces la
única provinciana. Santiago le había dado unos besos la noche anterior, pero no
porque le gustara ni mucho menos; no, él estaba bajo influencias mágicas.
Este
chico era un destacadísimo tenista, y no se podía creer lo que lograba con esa
raqueta —hasta cazaba sapos—: con solo veinte años tenía ya ganados treinta y
seis torneos —quince a nivel mundial—; su madre, que era escultora, hizo en el
jardín de la casa una estatua de dos metros ochenta. Y la estatua era como
Santiago. ¡Pero de bronce!
Bíceps
sólidos, pectorales grandes, muslos atractivos… ¡Todo el cuerpo de Santiago era
radiante! De hecho, era difícil mirarlo y no desearlo. Pero lamentablemente era
feo por dentro: se burlaba de cualquiera, siempre buscaba los aspectos
negativos de los demás para propagandearlos —escupía—…. Y sabemos que todo el
que es así no queda sin castigo (?).
Lean
aquello que habló aquella noche (aquel Santiago):
[aquellos/as]
“¡Aquel
que piense que yo soy poca cosa que levante la mano! … … …
¡Eh, qué les pasa! … Bueno, a ver, vayamos uno por uno: vos, Ramiro, mejor no
digás nada; ¿cómo puede ser que estés con una chabona del Infierno que te
embruja y encima se engalana a varios? No me parece. ¡Y lindo no sos!
Alejo,
¡flor de extraño saliste! Primero, porque estás con los de Jehová; segundo,
porque abusás de los ministros; tercero, porque hablás finito, y tenés un ojo
azul y el otro no, ¡así que callate!
Y
bueno, lo único que faltaba: Albana. … … Mirá, pibita, yo podré ser un genio
del deporte, pero vos sos una enferma mental. ¿Quién te cree lo de las
violaciones cósmicas? No te digo más porque ¡me gustás mucho! y te iba a pedir
noviazgo. Entonces paso al otro.
Oquéi,
el último, Abdul. La frutilla del…. ¡¿Cuál es tu problema conmigo?! Decí que te
respeto por tu religión, porque se dio que ahora es poderosa, pero no me hables
más. Mahoma era un sinvergüenza. ¡Y vos también! Un poquito.
A
todos los demás les doy gracias por no ser crueles. Los aprecio, creo que son
buena gente. Marita está enamorada de mí, lo noté, pero yo estoy engolosinado
con Albana; perdoname, negra. Si llegado el caso ella no me acepta, te prometo
que a la vuelta nos vamos juntos a tomar un helado.
No
voy a contar ninguna anécdota, solo quería poner algunas cositas en claro.
Dejémosle a Francisco dar el broche de…. ¿Mañana ya terminamos, no? Bueno,
entonces vos Francisco tendrás que deslumbrarnos.
No
sé, listo, ¡hasta acá dije suficiente! ¿Por qué no cantamos algo y bailamos un
rato?”
Y así
fue como bailaron y comieron pizza el resto de la noche.
Me hubiera interesado que cada noche guardara el secreto de una simbología numérica. Por eso elegí la 9ª noche.Pensé encontrar algo especial.
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