miércoles, 3 de noviembre de 2010

Segunda noche


Era este el turno de Albana. La historia que Alejo había expuesto la noche anterior promovió debates. Se discutió sobre homosexualidad, sobre el papel que juegan los líderes religiosos en las concepciones sociales del amor y del cuerpo, y sobre la forma en que Dios juzgaría nuestra conducta si corresponde que algunos no se salven y otros sí. O no.
Albana tenía veinticinco años, era la menos joven del grupo. Sus padres tuvieron relaciones en Polonia pero ella nació en Buenos Aires. Su padre era polaco pero ella no, y su mamá tampoco. De Luxemburgo era su madre mujer rubia, delgada, con labios gruesos y el registro contralto. Murió su madre por culpa de las bacterias, por culpa del agua contaminada, por no ver el auto venir. La chica quedó desprotegida y fue víctima de numerosas violaciones; varias veces quiso matar.
Pero pocas veces lo hizo, y era gente sin educación. Ella, luego de los abusos y los ajusticiamientos, empezó a tener visiones. Ahora lean su discurso:
“¿No se dan cuenta de que vivimos en un tiempo crítico? Yo les garantizo que pronto, ¡muy pronto!, vamos a presenciar señales atroces en el cielo. Nubes densas, bastante densas de energía negativa se han acumulado en nuestra atmósfera y producen estas infecciones, accidentes y demás catástrofes. Hemos abierto un portal espiritual para que seres de otras dimensiones se nos acerquen y nos acosen, amenacen o hasta aniquilen. ¡Es magnífico!, voy a contarles qué experiencias tuve con estos seres.
A la salida del velorio de mami yo viví mi primera violación paranormal. A casi todo el mundo le di una versión tradicional de los hechos; son pocos los que saben qué tipo de abuso sexual disfruté. Y es que iba caminando por la avenida Córdoba cuando tuve que frenar de golpe porque me había agarrado toda una electricidad potente y el pelo se me sacudía como si tuviera prendido el secador. Lo que hice después fue como en trance, aunque la mente me respondía; entré en el baño de un bar chico y me desnudé. De pronto apareció una especie de fantasma anaranjado, era como un cuerpo de luz; me llamó por mi nombre. ‘Soy yo, Albana, soy yo’, me dijo. ‘¿Mamá?’, le pregunté porque posta que creí que era su alma. ‘Sí, mamá’. Y bueno, ahí me tiró contra el piso del baño, hizo lo suyo y encima me lastimó las piernas, la cara, los pechos. Fue bastante violento.
Qué más, después de esa vez, como seis o siete entes de variados colores me cogieron. Sentía gozo; como que alguien, aunque fuese de otro mundo, se acordaba de mí y me apreciaba como mujer. Quise matar gente y lo hice; me di muchos gustos. Yo antes era muy retraída, pero esto de los fantasmas me levantó las pasiones de vivir.
Por ciertas revelaciones que tuve me enteré de que lo de las bacterias Cápsol es una parte integral de los castigos que le corresponden a la humanidad antes que venga el fin. Calculen que más de cinco años no va a haber; igual de fechas no quiero hablar, pero estén alerta.”

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