Lucrecia y su
caballo rojo azul amarillo negro y blanco cruzaban la villa punta a punta y
ella gritaba y aquel corría; mil hombres salían a buscarla con cuchillos
grandes, con sombreros y barbas. Corrían todos y gritaban, y querían a Lucrecia
para matarla; y su caballo saltaba y así trepaba a los techos, y los bebés se
asustaban y las madres no los besaban. Tumbó aquel troncos de los árboles y
lanzó troncos a los hombres, y Lucrecia reía porque no le molestaba; todo era
rápido, cambiante e indiscreto.
Pero alguien
se acercaba, con ropa verde y un libro en la mano. Era un hombre muy alto, y su
nombre era Dios, y puso el libro en la tierra y alzó a Lucrecia con su mano. El
libro se enterró, cambió la villa y la tierra, y cambió Lucrecia.
Cambiadas Lucrecia
y la villa, cuando dijo Dios: “sean mi imagen, mi semejanza”.
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