martes, 5 de octubre de 2010

Mis Fantasías (parte 1)

Una de las cosas que yo fantaseaba de chico era poder entrar en las películas y trastocarlas.
Hay una de Schwarzenegger que propone un viaje así, pero no es lo mismo. Ahí el pibito entra gracias a un boleto sobrenatural pero no elige ni en qué parte de la peli se mete ni tampoco tiene poder divino para mover las piezas a su antojo.
Lo que yo quería era trasladarme a una escena determinada y mantenerme invisible. Entonces de ahí dirigir la mente de los personajes para que dijeran e hicieran algo distinto de lo del guion. La cosa podía disparar para cualquier lado.
Tuve mis épocas…. Capaz que a cierta edad me enloquecía imaginándomelo al malo meneando en la escena tensa…, y después cacheteándose la cara, y después cantando un tema de Chayanne…. Qué sé yo, cosas tranquilitas.
Pero claro, ya para cuando tenía trece-catorce años, no me entusiasmaba un malandra pavote; no, yo quería a la protagonista, esa preciosa y recatada, haciendo chanchaditas en momentos inadecuados.
Bueno, hoy día que soy todo un maestro del absurdo, prefiero abarcar más posibilidades de acción. Especialmente en las películas de drama o las románticas, o las de terror. Modificaría algunos diálogos, los movimientos, los planos de la cámara, la música, etcétera.
Conviene ser bien original en eso. Ya hay muchas películas enfocadas en la parodia humorística: está, por ejemplo, Scary Movie. Pero yo no quiero caer en lo demasiado expuesto; esa es una de las dificultades con el absurdo. Hay también una película llamada Edward Penishands (yo no la vi), que lleva la parodia de El joven manos de tijeras al plano de lo porno.
Todas esas son rutas posibles. Y es más, me gustaría agregar algo con respecto al absurdo pornográfico. Lo considero una vía artística interesante y surrealista. Sí, aunque no soy de mirar ese tipo de películas, me parece que llevan a escena algo muy propio de la imaginación adolescente. Yo me acuerdo de soñar cosas así: supongan que miraba Titanic y después soñaba que cuando Di Caprio la agarraba de atrás a la chica en la punta del barco, venía yo, lo sacaba a Di Caprio y mmm....
Todas esas secuencias mentales poco piadosas eran señal de que mi artista interno estaba manifestándose. Y seguramente a otros les pasaba lo mismo. Pero hay que aprender dirección de cine y demás cuestiones para hacer una película. Y hay que tener una moral determinada (que yo no tengo) para crear ese tipo de obras sin sufrir presión de conciencia.
No voy a explicar más; quiero pasar ahora a la escena que preparé:
  
Imaginate que sos un demonio. Vos estás dentro de una casa, nadie te ve. Ahí vive una chica de más o menos treinta años que se dedica a hacer vasijas y jarrones de cerámica. En ese momento vos te vas para la habitación del fondo, que es el taller, donde la encontrás a ella trabajando.
Hay una lámpara de techo encendida. La iluminación es bastante austera; porque es de noche, el cuarto es grande y la lámpara esa alumbra más bien para abajo, casi nada a los costados. Ahí está la chica sentada frente al torno; va moldeando un jarroncito.
Yo hasta ahora vengo escribiendo como si fuera policía o periodista en un reporte. No interesa, me conformo con que puedas hacerte la imagen de en dónde te estás (estoy) metiendo. Tomalo con calma.
No se puso pantalón. Apenas tiene una musculosa blanca holgada, la correspondiente ropa interior (que no llegás a ver) y bueno, un par de chancletas. Entonces se entiende que la piel de las piernas está a la vista.
El sonido que se escucha es el del torno con la arcilla y una música instrumental tipo balada (pero bastante suavecito). ¡Ah!, no te dije cómo es la chica: bueno, es delgadita, de más o menos un metro setenta (igual no se nota mucho porque está sentada), tiene pelito oscuro cortado en estilo taza, es blanca, de nariz chiquita…, ojos marrones.
Al principio estabas viéndola de costado, a como dos metros de distancia; ahora te le pusiste de frente, a un metro. Claro, ella no sabe que estás ahí; acordate de que sos un diablito. De hecho está con los ojos puestos siempre en la arcilla, ni siquiera miró para tu lado.
La música viene de un tocadiscos automático. Como esa balada instrumental ya terminó, la maquinita puso otro disco. Ahora lo que se escucha es Unchained Melody por Righteous Brothers (‘oh, my love, my darling…’).
¡Atención! De momento la chica voltea. ¿Qué paso? Entró un tipo.
Este muchacho es el novio. Se queda parado ahí, cerca de la puerta, con los brazos cruzados, y le pregunta “¿qué estás haciendo?”
Se ve que estaba en la cama, porque vino sin remera y medio despeinado.
“No podía dormir”, le responde Marisol (así se llama). El hombre dice “uh”, se refriega los ojos, agarra una banqueta y se sienta detrás de la chica. Se besan. Él pregunta la hora; son las dos.
Como verás, acá la situación está enriqueciéndose (a menos que seas un fantasma celoso y te moleste). La entra a manosear. Pero sutil, nada obsceno; algunas caricias en la panza y el vientre.

Hagamos un parate acá. Desde ya tengan en cuenta que esto es una pintarrajeada descriptiva de Ghost. Ahora debemos pensar qué hacer con la escena.
Primero veamos algunas soluciones que podríamos considerar “expuestas” o ya tradicionales de la parodia. Porque para llegar a lo original tendremos que determinar qué no lo es. Probemos con la porno:

Dijimos que el muchacho le acariciaba la panza. Muy bien, ahora él también pone las manos sobre la arcilla. La chica le va indicando cómo. Pero eso era como para entrar en clima; vos y yo sabemos que al tipo le importa un cuerno el jarroncito…. ¿Entonces qué hace? Saca la lengüita y le va haciendo lamiditas en el cuello, como un perrito. Ella dice “¡bueno, basta!”, se pone de pie, da media vuelta, agarra al flaco de la cintura (con las dos manos), lo trae bruscamente contra su cuerpo….
 
Ya está, veamos ahora el absurdo comicón:

Daniel, el novio, estaba dándole manoseadas a su pancita. Entonces empieza a acariciar con más intensidad. El chiste sería que la cintura de la piba se va moldeando tipo jarrón, como la cerámica, mientras ella sigue en lo suyo con el torno.
 
En La pistola desnuda (creo que en la segunda parte) también hacen una parodia de esa escena de Ghost. Pero bueno, lo que yo quiero es encontrarle un giro distinto, ni demasiado loco-chistoso ni porno ni llanamente romanticón. La cosa tiene que estar ahí, ni muy para un lado ni muy para el otro. Quiero que sea “gris”, difícil de caratular. A ver, intentemos:

Muy bien, vos estás viéndolos de frente. El muchacho le masajea la barriga. Marisol, la chica, le pregunta: “¿qué pretendés, Danielito?” Entonces él hace un “shhh…”, como diciendo “vos concentrate en el torno que yo hago lo mío”; luego le da un besito en el hombro. “Entiendo”, le contesta ella bien suavecito, y sigue con los ojos puestos en la cerámica. Él deja de masajearle la panza, se lleva las manos a la boca, exhala el aliento, friega las manos y….
Se friega las manos y le dice “quiero que hablemos”. Bien, ahora vos te ponés en otra posición, en el techo; los ves desde arriba. Marisol enseguida frustra la obra del torno, se pone de pie y sale trotando en puntitas hasta una banqueta donde tenía el pantalón. Se lo pone. Los dos dejan el taller y se van al living; se sientan en un sillón. Vos te parás detrás del sillón.
—Estoy engañándote, Mari —dice el tipo mientras pasa su dedo por el cabello de Mari.
—¿Qué me querés decir? —la chica pone cara de confundida, casi de irritada.
Daniel empieza a sollozar.
—Me estoy viendo con un muchacho —le dice.
—¿Y ya no me amás?
Luego de esas palabras, el tipo se levanta, pega un grito desgarrador, va corriendo contra la pared y le da un puñetazo.
—¡Nunca pensé que iba a ser marica! —su gemido ya es perturbador.
—¡No digas eso, mi amor!; voy a seguir amándote, pase lo que pase —ella también lagrimea.
—¿En serio lo decís? —su gesto cambia, deja de gritar…. Se calma.
—Este cuerpo va a estar siempre para vos. Y aunque no quieras mi cuerpo, va a estar siempre mi corazón.
—¡Oh Marisol! ¡Sos como una estrella! —se le acerca alegremente, la abraza y la eleva; la lleva entera contra su pecho desnudo y la hace girar, dar vueltas en el aire.
Una vez en posición razonable, él se arrodilla, la toma de las manos y le dice:
—Mi amor, ¡que mi espíritu, mi alma y mi todo sean arcilla para vos! Haceme tu jarrón más soberbio. ¡Quiero ser una pieza pura, llena de tu arte!
Luego tenés que irte de la habitación porque empiezan a desnudarse. Vas a una plaza y te sentás en un banco para meditar sobre lo vivido.

Hasta ahí va la historia. Un desenlace original, medido, grisáceo. Eso es ejemplo de lo que ustedes lectores deben procurar a la hora de pensar un cuento o filmografía. No se dejen confundir por la exuberancia creativa de los años setenta; eso estaba bien en su época, pero ya está. El hombre sigue evolucionando…





1 comentario:

  1. Si bien es un poquito más larga de lo acostumbrado, me gustó. Bastante pedagógica la cosa. Muy bien!

    David

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