Seis hombres encerrados en una mina
Llevan
un día ahí adentro. Ya tres quisieron comer a los otros tres; los otros tres
quisieron matar a los primeros tres por sus motivaciones inhumanas. Uno de los
seis, Charles, el más anciano, que tiene la mano izquierda con cuatro dedos,
propuso lo siguiente:
—Esto es simple:
si el Señor quiere que vivamos, de alguna forma nos salvaremos.
Otro
minero, el segundo más joven, Michel, respondió:
—¡Muy sabio,
Charles! ¿Pero y si Dios nos quiere ver muertos? Si es así, voy a probar aunque
sea una vez la carne de Lorenzo.
Doce palomas en un convento
Era
una noche de invierno. La nieve no perturbaba, porque no hay frío en agosto en
Río de Janeiro. ¡Las palomas!
Sí,
había doce palomas rezando avemarías en una iglesia. Una le dice a la otra:
—Oye, Manolo, ¿tú
sabes que me pica la espalda?
—¿Quién,
Jesús, quién lo hace?
Marte. Dos astronautas rusos en Marte.
—Почему вы всегда избегать меня, приятель?
—Вы лежать вместе с моей женой.
—И не говорите мне о нем больше?
Miércoles, el día de los satanistas.
Cuentan
los maestros del ocultismo que cada miércoles a las tres de la madrugada,
quinientas legiones de criaturas horrorosas, sanguinarias, invisibles, crueles,
que son sustancias puras (sin accidentes) —esto es una referencia a las teorías
aristotélicas de metafísica—, dejan el Infierno para visitar a los hombres. Por
eso los satanistas hacen misas negras, tortas negras, rituales,
sacrificios de niños, sadomasoquismo y demás cosas feas. Es necesario que un
escuadrón de exorcistas pentecostales salga a las calles en ayunas, con Biblia
en mano y tratados evangelísticos. Golpean puerta por puerta inquiriendo…
—¡Disculpe, señor,
que lo molestemos a esta hora! Lo que pasa es que los miércoles vienen el Diablo
y los demonios, sí. Nosotros somos de la iglesia de la vuelta, la que dice
Cristo la Luz. Necesitamos si nos puede dejar hacer una testeada por su casa.
Vinimos en ayunas.
Tal
accionar perseverante de los exorcistas ha refrenado bastante las embestidas
diabólicas. Los satanistas entonces procuraron destruir el templo Cristo la Luz.
Llevan gallinas, sal, sahumerios, posters de los Pitufos, cruces invertidas y
navajas. Una vez que están dentro del templo, aprietan los puños y empiezan a
invocar fuerzas destructoras —hablando lenguas extrañas—; pero como Dios es más
fuerte, cuando el templo estalla, instantáneamente aparece uno a la vuelta, más
grande, llamado Cristo la Luz. Y así, los exorcistas se casan con chicas
exorcistas, se esmeran por tener muchos hijos y edifican ejércitos de poderosos
samuráis de la fe. Las sectas satanistas, de umbanda y de la Escuela Científica
Basilio cuentan con cada vez menos miembros, y la gente en los barrios es más
feliz, los matrimonios duran más, los ladrones roban poco (en comparación) y
las prostitutas no se prostituyen tanto (si comparamos). Por eso aconsejo a la
juventud argentina que deje de drogarse y/o bailar reguetón y/o leer a
Nietzsche, y se dedique a estudiar libros sobre guerra espiritual, que vea los
videos del reverendo Benny Hinn y estudie las Sagradas Escrituras en versión
Reina-Valera 1960.
Por
lo demás, que disfruten del amor y las buenas energías. “Que sean uno, Padre,
como tú y yo somos uno” [Jesucristo, 32].
Cinco palomas en una discoteca
Texto en proceso de creación.
Disculpen la demora.
Marcos Porrini
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