Bueno, escribo esto nomás para avisar que hay dos entradas muy interesantes que ustedes no vieron. Léanlas en orden de publicación -la que dice "pero más chistosas" es la segunda-. Que pasen un lindo día, los quiero un montón. Besotes.
;)
jueves, 28 de octubre de 2010
Escenas Ordinarias (pero más chistosas)
Cinco
palomos en un club nocturno
La noche era fría,
el frío era desgarrante, las chichis estaban desgarrantes, los palomos las sobrevolaban,
la droga corría como Flash, los palomos defecaban, la música sonaba lindo, un
palomo le dijo al otro:
—Dime, Paco, ¿te quieres hacer Testigo de Jehová?
—¿Uno tiene el
foco y diecinueve le dan vueltas?
—¿Por qué no disfrutas de la noche?
—Vale. Pásame un
caramelo.
Una
mujer esquimal se desnuda en Fuerte Apache
Ella proviene de
una cultura en la que las hembras vírgenes se desnudan para que sea evidente
que nunca han sido visitadas por el hombre. En fin, se desnudó frente a quince
personas, que luego la golpearon y la mataron. Pero un joven que caminaba por
ahí la rescató y se la llevó a su casa. Le dio su ropa para que la mujer no
estuviese desnuda y le dio de comer. No hablaban el mismo idioma. Un día, él se
cansó de ella y la asesinó.
Pero tres años
después la fue a buscar a Alaska para pedirle matrimonio. Dos años después
tuvieron un varoncito. Al año se casaron. Un día ella le dijo:
—¿Me amas?
—Sí.
—¿Y por qué no me miras?
—Perdón. ¿Está
bien ahora?
—Gracias.
Tarde
de domingo en el geriátrico
¡Los abuelos
tocaban guitarras eléctricas, usaban chaquetas negras de cuero, conducían motocicletas,
dormían en el pasto, bebían cerveza, levantaban pesas, recitaban padrenuestros,
herían judíos y radicales, orinaban a los ventiladores, tajaban sus abdómenes,
tragaban sus vómitos, torcían sus piernas, cerraban sus ojos, alargaban sus
brazos, entumecían sus miembros, dormían y no despertaban, cantaban tango,
vendían armas, violaban abuelos, traían fideos, rompían huevos, gritaban
“fuego”, y eso!
Culto
satanista
Ellos tienen que
iniciar a un tal Francisco a través de una ceremonia sexual. Primero lo
insultan de arriba abajo, después lo ponen acostado desnudo sobre un altar y se
lo hacen tanto el sumo sacerdote como la sumo sacerdotisa. Porque eso significa
que ya es uno, carnal y espiritualmente, con el Diablo.
El chiste es que
el Diablo no existe. Es un ser imaginario. No tiene ninguna relevancia que
estos satanistas invoquen medio Infierno, se vistan de negro, encuchillen
nenitos, bailen, se les aparezca un personaje grandote, musculoso, peludo y con
cuernos de cabra que habla en tono grave y se ríe cada seis palabras. Eso lo
hacía también el curandero que atendía a mi nona, así que no me vengan con
cuento chino. No hay ni Satán ni maldad ni nada; todo es relativo. El único que
existe es Dios, y Jehová, y Alah, pero de forma misteriosa. Eso puedo
comprobarlo.
Tres
cobayos en una discoteca
Todavía no escribí este artículo. Sepan
disculpar la demora.
Escenas Ordinarias
Seis hombres encerrados en una mina
Llevan
un día ahí adentro. Ya tres quisieron comer a los otros tres; los otros tres
quisieron matar a los primeros tres por sus motivaciones inhumanas. Uno de los
seis, Charles, el más anciano, que tiene la mano izquierda con cuatro dedos,
propuso lo siguiente:
—Esto es simple:
si el Señor quiere que vivamos, de alguna forma nos salvaremos.
Otro
minero, el segundo más joven, Michel, respondió:
—¡Muy sabio,
Charles! ¿Pero y si Dios nos quiere ver muertos? Si es así, voy a probar aunque
sea una vez la carne de Lorenzo.
Doce palomas en un convento
Era
una noche de invierno. La nieve no perturbaba, porque no hay frío en agosto en
Río de Janeiro. ¡Las palomas!
Sí,
había doce palomas rezando avemarías en una iglesia. Una le dice a la otra:
—Oye, Manolo, ¿tú
sabes que me pica la espalda?
—¿Quién,
Jesús, quién lo hace?
Marte. Dos astronautas rusos en Marte.
—Почему вы всегда избегать меня, приятель?
—Вы лежать вместе с моей женой.
—И не говорите мне о нем больше?
Miércoles, el día de los satanistas.
Cuentan
los maestros del ocultismo que cada miércoles a las tres de la madrugada,
quinientas legiones de criaturas horrorosas, sanguinarias, invisibles, crueles,
que son sustancias puras (sin accidentes) —esto es una referencia a las teorías
aristotélicas de metafísica—, dejan el Infierno para visitar a los hombres. Por
eso los satanistas hacen misas negras, tortas negras, rituales,
sacrificios de niños, sadomasoquismo y demás cosas feas. Es necesario que un
escuadrón de exorcistas pentecostales salga a las calles en ayunas, con Biblia
en mano y tratados evangelísticos. Golpean puerta por puerta inquiriendo…
—¡Disculpe, señor,
que lo molestemos a esta hora! Lo que pasa es que los miércoles vienen el Diablo
y los demonios, sí. Nosotros somos de la iglesia de la vuelta, la que dice
Cristo la Luz. Necesitamos si nos puede dejar hacer una testeada por su casa.
Vinimos en ayunas.
Tal
accionar perseverante de los exorcistas ha refrenado bastante las embestidas
diabólicas. Los satanistas entonces procuraron destruir el templo Cristo la Luz.
Llevan gallinas, sal, sahumerios, posters de los Pitufos, cruces invertidas y
navajas. Una vez que están dentro del templo, aprietan los puños y empiezan a
invocar fuerzas destructoras —hablando lenguas extrañas—; pero como Dios es más
fuerte, cuando el templo estalla, instantáneamente aparece uno a la vuelta, más
grande, llamado Cristo la Luz. Y así, los exorcistas se casan con chicas
exorcistas, se esmeran por tener muchos hijos y edifican ejércitos de poderosos
samuráis de la fe. Las sectas satanistas, de umbanda y de la Escuela Científica
Basilio cuentan con cada vez menos miembros, y la gente en los barrios es más
feliz, los matrimonios duran más, los ladrones roban poco (en comparación) y
las prostitutas no se prostituyen tanto (si comparamos). Por eso aconsejo a la
juventud argentina que deje de drogarse y/o bailar reguetón y/o leer a
Nietzsche, y se dedique a estudiar libros sobre guerra espiritual, que vea los
videos del reverendo Benny Hinn y estudie las Sagradas Escrituras en versión
Reina-Valera 1960.
Por
lo demás, que disfruten del amor y las buenas energías. “Que sean uno, Padre,
como tú y yo somos uno” [Jesucristo, 32].
Cinco palomas en una discoteca
Texto en proceso de creación.
Disculpen la demora.
Marcos Porrini
jueves, 21 de octubre de 2010
La Creación
Junto a Lisandro
tomé barro, fuego y vino e hicimos al hombre.
Una palabra le
dimos:
Morí.
Junto a Lisandro
tomé cielo y barro, y suspiramos,
E hicimos la
hembra.
Tres palabras nos
dio:
Yo también moriré.
Pusimos un huerto
en el desierto,
Y un lago dentro
de aquel.
Un huerto en el
desierto con ríos
y animales, y
frutos y en él
Pusimos al hombre
y la hembra,
Y los vestimos
Con mantas de higo
Que la hembra
quitó, rompió, tiró
Y se amaron la
piel.
Lisandro deseó la
guerra
Y entró por los
ríos
Con cuerpo de
víbora Con alas Con ojos de halcón
Se acercó a la
hembra
Le habló del
Cielo, del Universo y de Dios,
Le ofreció
almendras para quererla,
Ella gritó,
corrió, buscó al varón, lo abrazó,
Lloró en su pecho
y Lisandro también lloró,
Volvió al Cielo y
al Dios del Universo,
Conmigo,
Pero piensa ir de
nuevo
Va a odiar a la
hembra y al varón,
Va a transformar
su historia
Amor
Despedazar su
amor.
martes, 19 de octubre de 2010
Una historia antigua
Fíjense
las cosas del destino cómo son:
El
domingo me puse a revolver papeles en mi bibliotequita para ver si encontraba
unas partituras de guitarra. Y bueno, al final no las vi, pero me topé con algo
mucho mejor. Había un cuadernillo de tapa verde, viejo, que adentro nomás tenía
dos hojas. Esas dos hojitas estaban escritas, sí, y acá viene el tema. Mío el
texto no es, mi letra no es; tampoco está firmado. Es un misterio. Mi papá dice
que lo traje hace como dos años, que algo le leí; pero no sé, mi memoria me
traiciona.
Les
dejo ahora una reproducción exacta; no hice ninguna corrección de
ortografía ni gramática ni estilo. Quería que pudieran leerlo tal cual es, para
que así no perdiera el encanto.
“Lo
que ha vido mi pueblo eistos ultimos meses. Que cuando ya ni atacaban los
ailyos porque la batalia se veia terminada, surgió nuevo personaje y aterrorizo
las gentes. Lo vio primero un chiquilio que iba caon su padre; pues también lao
vio el padre pero que este murió. Quel homicida afrontó los dos, hijo y padre,
matando este último. Y tenia cabeza como oso pardo, y también manos y pies,
pero el resto, el tronco, brazos y piernas como de hombre. Y no llevaba cuero
que lo abrigara y su mismo miembro no cubría.
Comió
al padre en presencia del hijo, desparramo sus carnes y al niño no persiguió.
Pero día siguiente mató otro hombre. Fué en obscuridad en la noche testigos no
hubo. Encontramos el cuerpo en la mañana, su cabeza no estaba y las marcas de
un oso rajaban su nalga. Y este hombre no era hombre cualquiera sino medico en
la aldea, y tan solo dos teníamos y nos quedaba ahora uno.
El
Cachula no estaba en casa y el oso entro y tomó su mujer y su niña y humilió
ambas, puesto que no era oso común sino en parte hombre y su miembro era de
hombre. Pero no hirió la niña ni su madre, tan solo humilió su honra. Y que
ganó fama entre los jóvenes y descarraidos del pueblo pues quesa mujer fué
codicia de tantos pues seria belia y muy escitante.
Y así
sabrás que por muchos días aquelia bestia acosó la aldea y dañó gente, y para
un caso otra bestia se le enfrentó.
Se
dió quen medio de una ceremonia el oso apareció ante todos nosotros, y aun
muchos no le conocían, y fué directo hacia el Cachula y le tumbó. Afligio
también a cuantos quisieron defenderle y cuando a punto ya estaba de entregarle
el golpe fatal, una bestia mitá humana y mitá ardilia le embestió. Pronto el
Cachula fué ausciliado mientras las dos bestias bataliaban.
Nosotros
con nuestros gritos y musicas alentabamos la ardilia pensándola nuestra
defensora enviada por el dios cristiano. Pero el enfrentamiento mucho no duró y
el oso fué vencedor y mató la otra bestia.
Aterrados
nos dispersamos y maravilloso fué cuando Ajario el médico restante se aproscimó
al oso y clavó en el su lanza. Y mas luchó y le venció y logró destruirle.
Ajario
fué entonces prestigiado y venerado por el Cachula y por entero el pueblo. Se
homenajeó su nombre y su casa como heroe para las gentes.
Y
esto es lo que increíble que ha vido mi aldea, que al breve tiempo Ajario
desapareció. Huyó. Dejo su casa, sus hijos, su mujer y su fama y nadie sabe
adonde huyó ni por que. Tan solo pocas cosas estrañas le ocurrieron antes de
partir.
Cuenta
su familia que iba agravando su comportar desde aquelia victoria frente al oso.
Sudaba mucho y era arisco y reservado; hablaba y discutia a rabias con el aire
o con seres invisibles, hería su cuerpo contra las paredes, amanecía tajado en
distintas partes.
Y
quiza mas nos asusta saber que daba alaridos y sus gritos no eran como de
hombre sino como las bestias. Cuenta su niña que clamaba como un oso, y de oso
eran sus marcas.”
sábado, 16 de octubre de 2010
Todas las cosas se mueven hacia su fin
Llegué
y él dormía.
Vi
los aparatos, las cortinas delicadas, la colcha esmeralda. “Vas a esperar
dos horas” se me dijo. Tenía que hablarle de alguna forma, Dios estaba llamándolo,
quería despertarlo; ¿qué gracia fluir del sueño a la muerte?
Y ahí
estaba yo. Me acerqué a su alma.
“Vamos,
Juan, arriba”. Abrió los ojos, se acarició la mejilla. Todo al Diablo, se
decía, todo al Diablo. ¡Ay, qué mirada! Sus pupilas latían y se humectaban.
Empezó a reír.
Dos
jóvenes entraron a la habitación: su nieta y su nieto. “¿Cómo te sentís?”
preguntó ella.
—¡Ahora seguro
vino un ángel a romper las guindas! —exclamó el viejo.
Los
chicos no le respondieron; solo le daban cariños en el hombro. ¡Y volvió a
reír!, una carcajada sorprendente.
—¿Qué te pasa,
abuelo? —decía el nieto en tono alegre—, ¿te acordaste de un chiste? ¿Qué pasa?
—¡No, ningún
chiste! ¡Con la muerte me limpio el traste, ¿viste?, bien limpito!
Hasta
yo estaba confundido. La escena en parte me gustaba, pero no entendía. El tipo
con cáncer, débil, con la trompeta del Cielo sonándole en la espalda, y encima
diciendo esas cosas. Claro, yo venía con la idea de algo más romántico,
sublime, como les pasa a mis compañeros.
—No te vas a
morir, abu, ¡no! —decía la chica entre lágrimas.
—¡Oh, claro, que
vengan Dios, San Pedro, Gardel y la calavera! ¡Sí, y les presentaremos batalla!
—el viejo seguía con las risas— Ustedes no se dan cuenta, de acá yo no salgo.
Los
nietos se fueron. Llegó el hijo, y besó al hombre en la frente.
—¡Te amo mucho,
papá! Perdoname tantas cosas —estaba quebrantado.
—Bueno, che, no
hagás niñadas… —le contestó—, mirá que tampoco me estoy pudriendo.
Y así
las dos horas pasaron de largo. Yo me impacientaba. Salían y entraban
familiares, amigos, conocidos, médicos. Todos venían lastimosos, melancólicos y
con cara de ternura; ¡pero después huían perturbados! Es que el abuelo estaba
imparable, era una máquina de decir incoherencias, agresiones y guarangadas; su
risa era cada vez más taladrante.
Pero
yo tenía que estar ahí, a su lado. No podía hacer nada, solo observar y
esperar.
Anocheció
y el viejo ni siquiera se dormía. Entró la enfermera a limpiarle la chata; él
la llamó —una chica joven—. Cuando se acercó, la agarró del brazo, le llevó la
mano por debajo de la colcha y supongo que así la forzó a manosearlo. Ella
enseguida se apartó; él era pura carcajada y besito al aire.
Cuando
estaba solo, cantaba y se movía. De tanto en tanto gritaba “¡angelito
come-arveja!”, pero la verdad que no sé por qué. Tal vez algo presentía, no sé,
seguramente.
Un
día, tres días, un mes, tres meses, seis meses…. ¡Ay, qué suplicio loco! El
viejo seguía igual de grave, sí, en cuidados intensivos. Su salud no mejoraba,
no, ¡pero tampoco se moría!
Lo vi
pasearse desnudo por el cuarto; lo vi garabatear las paredes con su caca
blanda; lo vi besarse con la enfermera. Seguía llamándome “come-arveja”. De vez
en cuando algunos ángeles venían a hacerme compañía y a curiosear el caso de
este hombre. ¡Ni Dios sabía explicarlo!
Mmm….
Y ahí
quedé, en la habitación del hospital. Qué bárbaro, pasaron ya cuarenta años
desde el día en que llegué. Me falló el que dijo “en dos horas lo traés”. Murió
su hijo, murió su nieta, murió aquella afectuosa enfermera. Y el pobre viejo
miserable sigue igual de enfermo, con el cáncer en el mismo estado, con las
mismas pocas probabilidades de vida, con la misma cantidad de pelitos blancos
que el primer día. Y me sigue llamando “come-arveja”, ¡pero nunca me vio! Al
menos nunca se lo dejé.
¡Basta,
hoy tiene que ser el día! Voy a manifestarme y a darle el gran susto. Quiero
que el suplicio termine. ¿Qué clase de hombre es este que desafía así al Cielo,
a Dios y al Infinito? Que se pudra y reviente. ¡Y ahora veremos quién se limpia
mejor el traste! ¡Viejo loco come-sandía, ahí te doy con mi guadaña!
Y aquí es el fin
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