Estoy
obligada a no aconsejar. Marcos me permitió exponer las ideas que tengo sobre
el tema pero me dijo que ni se me ocurriera pintarme de psicóloga, sexóloga,
gurú o lo que sea. Quiere que escriba desde el lugar de mujer que razona, sin
más. Quiere que hable desde mi experiencia. Bueno, veremos; espero no
decepcionarlo a él y traerles a ustedes algo provechoso.
Mi
nombre es Amanda Mabro, tengo veintidós años, nací en Montreal pero vivo en
Buenos Aires prácticamente desde siempre. Mi novio se llama Samuel Perull,
tiene veintiséis y bueno, nos queremos mucho.
Hasta
los diecisiete me abstuve de transas y piquitos. Después vino un periodo de
destape, por decirlo así. “Novios-novios” tuve cuatro en total, más no. Los
demás fueron como deslices, exploraciones, touch ‘n go y todo eso. Pero
hasta que empecé a salir con Samuel había pasado casi un año entero sin tener
nada con nadie, me quería plantar de otra forma ante la vida.
Yo
como que volví a una opinión conservadora sobre lo sexual. Lo que digo es que
por un tiempo me había rebelado contra esa idea de que “la mujer que le pone
ganas a la cosa y se divierte es una cualquiera”. Mi viejo me decía: “vos con
esa vida así perdés toda dignidad”; y a mí no me gustaba eso que él decía.
Pero
después me arrepentí, como que me asqueé de tanta joda. Quise limpiarme y hacer
las cosas en serio. Hasta me propuse buscar uno bueno para casarme —antes ni
loca hubiera pensado en matrimonio—. Entonces claro, ahí me la vi más difícil.
Lo
que yo tomé como verdad indiscutible era que tenía que fijarme en lo de
adentro; o sea, más que fijar diría priorizar. Fui dándome cuenta de una cosa:
que había MONTONES de chicos lindos. Y de otra cosa más: que NO era raro que un
chico lindo se me acercara.
Tenía
que resistir, no podía agarrarme a cualquier larva. Descarté la opción de la
“transa bolichera”. No, señor, eso no iba más; primero tendría que ser mi
amigo. Consideré que antes de noviar con alguno tenía que conocerlo bien.
Entonces bueno, antes de Samuel me “amigué” con otros dos, Joaquín y Luciano,
para ver qué onda. Y como que funcionó la estrategia: a Luciano lo sigo
teniendo como amigo —es muy copado, pero bueno, hasta ahí llega mi amor—;
ahora, a Joaquín me lo borré de la existencia, a los dos meses de amistad me di
cuenta de que era flor de eme, ¿sí? —no quiero poner malas palabras—. Pero con
mes y medio de ser amigos Samuel y yo, descubrimos que éramos pan y dulce, el
pan y la mermelada. Re bien, ahora les explico qué vi en él que lo consideré el
candidato justo. Ya van a ver….
Primero,
no trataba de hacerme a su imagen y semejanza. Eso me revienta, hay flacos que
parece que a una la quieren moldear a su gusto, como si pensaran: uh, de cuerpo
está buena, es suficiente, lo demás se lo arreglamos. Bueno, Samuel me
respetaba tal cual soy (y lo sigue haciendo jejé).
Segundo,
nunca me apuró para ir a la cama.
Tercero,
es muuyyy lindo. Sí, desde el primer día que lo vi que me mueve la estantería
jajá.
Cuarto,
está bien plantado en el trabajo; y también es un hombre con proyectos. Yo no
es que quiera vivir de él y rascarme todo el día. No, para nada. Pero bueno, me
gusta mucho que sea talentoso y trabajador.
Quinto,
si discutimos por algo no se enoja ni grita pero tampoco es de esos que se
hacen los pacifistas y te hablan suavecito tratando de calmarte para que así
una se sienta como una loca que no se controla. Él se toma en serio las
discusiones y trata de resolverlas como alguien maduro.
Sexto,
no es chiquilín. Sabe que no soy su mamá ni tengo que serlo.
Séptimo,
me quiere mucho y me lo hace sentir. Y confía en mí.
Muy
bien, no quiero ni hacer un testamento ni mandarme la parte. Cada uno verá cómo
resuelve los asuntos de su vida. Yo desde mi lugar voy a ponerle todas las
fichas a esta relación; calculo casarme pronto y tener hijos. No sé si va a
andar de diez el matrimonio con Samuel pero al menos me siento en paz; cuando
me imagino el futuro con él me siento tranquila, feliz. Y no es poca cosa….
Espero
que no hayan tomado esto como palabras de una gurú del amor ni nada por el
estilo. Yo hablé desde mi experiencia (sé que no es mucha) y pienso que a
cualquier chica o chico le vendría bien leer lo que puse y reflexionar un
poquito. No hay que ser paranoicos pero sí hay que pensar bien cómo queremos
nuestra pareja y entonces ser un tanto exigentes, porque como dice la abuela:
hay muchos peces en el mar. Hay muchos y sí se puede encontrar uno que “calce”.
Será cuestión de creer y no bajar los brazos.
Un beso para todos,
Amanda
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