viernes, 10 de septiembre de 2010

My first chichi

  
Esto pasó a mis trece. Créanme si les digo que ya tenía importantes pelitos en la axila. Ahí fue que estuve con mi primera señorita, se llamaba Meaghan, era de Canadá.
Con mis viejos y mi hermana habíamos ido a Orlando. Era la época de Menem, el dólar estaba un peso.
Salimos de casa a principios de enero, yo recién había egresado del primario. Me acuerdo que mis compañeros me hinchaban con que tenía que debutar con una yanqui. Lo que pasa es que se habían puesto medio enfermitos; había dos en el grado que casi todas las semanas venían con una revistita porno diferente. Decí que éramos vergonzosos, porque si hubiéramos concretado toda la imaginería de nuestras conversaciones, no hubiera quedado liebre con rabo en la escuela. ¡Hasta con la maestra estaban alzados algunos!

Bueno, qué sé yo; igual no éramos todos así.... ¡Algunos eran peores! No, es un chiste; yo y otros más éramos tranquilitos, como que todavía las neuronas nos llevaban el apunte. Bah, tampoco para exagerar, uno también pensaba sus cosas....
En séptimo ya tenía algunas amigas. Había una tal Carla con la que me llevaba bastante bien. Y era medio cariñoso el asunto; o sea, a veces íbamos del brazo, charlábamos en confianza y demás cuestiones.... Por ahí algún desubicado nos cargaba, pero no tanto, porque yo era así afectuoso también con las otras.
Pero con Meaghan fue distinto. La conocí en la pileta del hotel; yo estaba nadando, mis viejos estaban sentados tomando sol y mi hermana estaba no sé dónde. Ay..., todavía me viene el recuerdo y se me empuntan los pelos. Una erupción en el alma me vino cuando la vi, fue tremendo. No lo podía creer, les juro que nunca me había pasado una cosa así.
Yo no era retraído con las pibas, pero cuando la vi a la gringa quedé estúpido. Tenía mallita tradicional de color verde esmeralda, una cosa así. No se dan una idea de lo que eran esos ojos, parecían de ardilla. ¿Vieron cómo tienen los ojitos las ardillas, que son bien abiertos, grandotes? Bueno, esta chica era así, pero verdes eran los ojos. El pelo era castaño clarito, lo tenía medio ondulado, no llegaban a ser rulos.
Trataba de no mirarla, ¿entienden? Era demasiado. Pero sería de Dios que cada vez que pispeaba, ¡ella me estaba viendo! Después salió de la pileta y se puso a jugar a un costadito con el hermano. Era un nenito, pónganle de tres a cinco años.
Bueno, yo tomé coraje y me le arrimé. Va a sonar medio sacado esto, pero les juro que fue así: ¡¡le di un besito en la cabeza!! ¡Sí, ahí, en los pelos! Y como no hizo ningún gesto violento ni de sorpresa, me atreví y le mandé otro besito pero en la frente.... Ahhh, mis amigos, ¡eso fue tocar el cielo con las manos!
Se quedó mirándome en silencio, ponía cara como de los ositos cariñosos. Yo estaba para estallar y volar Disneylandia.... Después lo que hizo fue agarrarme la punta de los dedos con la mano (muy delicadamente) y me dijo, bien suavecito: Hi!  "Hi!", le dije yo.... Y bueno, todo lo demás es para hacer película.
Pero quiero aclarar una cosa: ¡no tuve relaciones con ella! Sí nos besamos, pero tranqui, nada de chupón ni transa. Solo por una semana la vi. Yo diría que fue mi primera novia....

Hasta acá llegó la anécdota. No expliqué más porque el blog también lo ve mi señora. Jajá, no, es un chiste, no pasó más nada. Lo que sí rescato como aprendizaje de todo eso es que las cosas en el amor se dan a su tiempo; para algunos viene antes, en otros se demora, pero lo importante es que uno no se vuelva loco. Para mí fue una alegría enorme el haber tenido esas amigas en el primario; y una alegría recontra enorme haber tenido esa aventura anglosajona. Qué puedo decirles: vivan en paz, dejen volar su imaginación, no se inhiban ni se exijan demasiado.

Que Dios los acompañe,
Lisandro

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