lunes, 13 de septiembre de 2010

El Apocalipsis y la jarra loca

¡Estoy completamente excitado!
[Y no en ese sentido]
¡Pero claro!, ¡la conexión entre jarra loca y Apocalipsis produjo un Big-Bang en mis neuronas!
No va a ser fácil explicarlo, lean en concentración rigurosa.

Es necesario que todos conozcan qué es esto de la jarra loca. Pero no sirve que solo lean, ¡tienen que probarla! Tomen una jarra de plástico, échenle un poco de cada bebida que encuentren, tírenle algunas pastillas, poquitas plantas y metan hielo.
Beban junto con sus amigos —seis sorbos cada uno—. El demonio va a entrar en sus cuerpos y los va a sacudir de arriba abajo. Después se irá. Al rato vendrá un sismo mental.
Ese es el ángulo espiritual desde el que van a entender los misterios. Abrirán el libro y ya no estará sellado.
Ahora déjenme decirles algo sobre el Apocalipsis. Fue escrito hace mil cuatrocientos años, en las mesetas de Hungría. El autor era un monje tibetano conocido como Samuel.
Tras preparar un brebaje similar al antes mencionado, comenzó a oír y ver los asuntos divinos. La revelación total está estructurada en tres partes, y a su vez tales partes se dividen en seis estrofas.
La primera sección nos habla de una puesta de sol. Lo curioso es que cosas muy extrañas aparecían en esa imagen. Por ejemplo, dice estar viendo un enorme huevo (o el cascarón al menos) partido en dos. Las dos mitades están separadas y el Sol se vislumbra solamente en el espacio interdictorio del huevo partido. Entonces el astro da la sensación de emular a una yema; tanto por su color como por la ubicación.
De lejos tiene al mar, y del mar sale un riacho. Un riacho que termina poco antes de llegar hasta Samuel. De la ribera del riacho ve salir un señor arrastrando un botecito. Dentro del botecito hay una gigante hoja de aloe vera. El hombre no tiene piel, solo expone sus tejidos musculares.

Hasta ahí voy a contar. Indudablemente el significado del texto nos está velado. Y para llegar a darnos cuenta de qué implicancia tienen el huevo, el aloe y los demás símbolos en el mundo de hoy, es indispensable que recurramos a la jarra loca.
Ustedes me cuestionarán por qué tiene que ser la jarra; y acepto la desconfianza. Claro, ¿acaso no podemos interpretar prudentemente la cuestión con un aplicado esfuerzo racional? ¿O llegado el caso con marihuana? ¡No! Un rotundo no. Por siglos se ha tratado. Desde Santo Tomás hasta Camus en la filosofía, y desde Lutero hasta Sai Baba en la religión, los hombres de letras y estimulantes han buscado cómo hacerse con esos misterios.
Pero en estos últimos tiempos, gracias a un casual repaso del Apocalipsis de Samuel a minutos de llegar a casa del boliche, tras haber participado de la bendita jarra, ¡todo lo antes oscuro me resultó absolutamente evidente! Tanto el huevo como el riacho y el tipo despellejado cobraron sentido. Es más, me atrevo a afirmar que la profecía es para este siglo. Por alguna razón Dios quiso que se entendieran hoy, y no ayer, esos escritos. ¡Y yo fui el elegido!
De todas formas, no quiero centrar el artículo en qué significan esas profecías o en el porqué del Señor para escoger a este humilde servidor. ¡De ninguna manera! Solo quiero describir y propagandear la jarra loca.
Es menester que ustedes también tengan sus propias revelaciones y así bendigan al mundo. No quiero ser yo el que alimenta y ustedes los infelices que comen las migajas. ¡Todos podemos ver la luz! Y el secreto está en aquel brebaje.
Dijimos que era una combinación de bebidas y agregados. En mi caso, mis amigos y yo pusimos vino tinto malbec, alquitrán, Cíndor, vodka, cuba-libre; dos cafiaspirinas, un Bil 13, seis mogúls; manzanilla, laurel y pimentón, y diez hielitos. Todo eso fue batido vigorosamente, y luego cada cual bebió su parte. Habré bailado y jugueteado dos horas más antes de dejar el boliche y tomar el taxi para la casa. Minutos después comencé a leer el Apocalipsis.
Yo no sé si esa es la única fórmula posible. Quizás hay otras variantes de preparación, incluso con mayor poder sobre la conciencia. Pero al menos esa funcionó, ¡conmigo funcionó! Sigo sosteniendo que el Altísimo me ha señalado. Si no quizás mi suerte hubiera sido como la de mis amigos. Todos ellos fallecieron, tan solo yo he sobrevivido al llamado del Señor.
Por eso, camaradas, los invito a ser osados y atreverse a gustar de la jarra. Sea mi receta o alguna otra, pero no se la pierdan. Eviten la ‘jarra atómica’, esa es cara, absurda y para nenas. Ustedes desvívanse por ir siempre más allá, hasta lo ilimitado del potencial humano. Y no mueran en el intento.

Los quiere mucho,
Ramiro.

  


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