Tres Arroyos, 15 de agosto de 2012
A Su Eminencia Ramiro Gómez:
Le va
a servir conocer el caso Fiolín Augusto. Fiolín Augusto….
A los
ocho años quedó huérfano este varón; solo él y su hermana Luna quedaron así
(sin padres), sin esos padres. Luna era mayor que él, tenía siete añitos
cuando murieron sus padres, pero era mayor en cuanto a peso y la altura. Fiolín
Augusto pesaba cuarenta y seis kilos cuando quedó huerfanito, y su hermana Luna
no pesaba eso.
Los
padres de Fiolín eran dueños de Alivialón, una fábrica de la limpieza en
Buenos Aires. La limpieza incluye escobas, esponjas, trapos e infinitas
situaciones por contar.
La
situación de esos niños era resplandeciente: una vida por delante, una herencia
jugosa y la no presencia de los padres en tantos momentos importantes que les
tocaría afrontar. Fueron quinientos mil los dólares para Fiolín y trescientos
mil dólares para la hermana de Fiolín Augusto. La memoria de Luna era normal,
pero la de su hermano no.
Fiolín
Augusto recordó un mensaje del Señor: “si quieres ser perfecto, ve y vende todo
lo que tienes y dalo a los pobres…”. Llegó tal recordación en la instancia del
funeral. Luego, muy poco después, pasó Fiolín por una iglesia y el obispo leía
este pasaje: “Si quieres alcanzar la cumbre, vende lo que tienes, da el dinero
a los pobres —así tendrás un tesoro en el Cielo— y luego vente conmigo…”.
Fiolín estaba perturbado, él amaba mucho los placeres de esta vida, no
quería ser como aquellos que no encuentran placeres y son prejuiciosos. Pero su
corazoncito pendulaba, se arrimaba a unos deseos de piedad.
Mientras
pensaba en esas cosas y en otras, un hombre fue a él —él estaba sobre la hamaca—,
puso un índice en su cara y lo exhortó diciendo: “¡ay, niño, niño! ¡El que
quiera ser amigo de Dios, considérese enemigo del mundo!” Y Fiolín Augusto ya
no pudo combatir el mandato de Jesucristo.
Vendió
todo lo que tenía: vendió la casa, vendió los autos, vendió su ropa, vendió
mucho. Ofrendó también sus miles a los asuntos de caridad. No obligó a la
hermana a imitar su postura; solo dejó de amarla.
Y así
Fiolín Augusto comenzó sus viajes por el país. El padre Andamio le había
encomendado: “no os agobiéis por el mañana”. Y en tal razón, Fiolín no llevaba
mudas de ropa ni provisiones nutricionales; solo iba con libros y con botellas
de bebidas.
Usted
sabe, Reverendo Gómez, que a veces deseamos lo que no deseamos, o no entendemos
por qué lo deseamos. Y cuando alcanzamos lo querido nos rabiamos, nos
desencantamos, porque buscamos con ignorancia algo ajustado. Y Fiolín Augusto se
esforzaba, y su esfuerzo era por Dios, por estarle unido, pero Aquel no es
pretencioso, se acerca a los que cerca lo quieren y se aleja de los que ya no.
Fiolín
Augusto olvidó sus dineros y despreció el hambre. No ingería porque la grasa,
pensaba él, limitaba al alma. Iba por las rutas en una burra y rezaba cada
mañana, y cada resto de la jornada también lo rezaba. Meditaba las
Escrituras, porque así Andamio le había aconsejado —“meditad los textos” fue el
consejo de Andamio—. Y un día bajó Dios a Fiolín y habló a sus llantos:
—¡Fiolín, Fiolín!
—exclamó La Voz.
—¿Quién me llama?
¿Eres Tú que me llama? ¿Eres Tú? ¿Quién eres? ¿Me llamas?
Hicieron
pacto Fiolín Augusto y el Señor: ya no estarían distantes, y Dios no sería más
su fe en invisibles.
Subía
Fiolín a un colectivo y en forma de asiento le venía el Señor. “No temas” le
decía. O tropezaba el niño y Dios lo visitaba, en forma de herida. “No temas”
le decía. Cantaba y surgía Él en aplauso, y le hablaba con amor. Pero en muchos
momentos, de una u otras formas estaba, como si siempre lo custodiara.
Una
terrible carga para Fiolín Augusto. Fue al padre Andamio y le dijo “padre, lo
deseaba, pero ahora Él quiere siempre, y yo no puedo”. Pero Dios seguía
rodeándolo con cuerdas de ternura.
Le
muestro el fin, Ramiro Gómez; vea qué tal fue la acción del niño ―digna de la
memoria―. El matarse es con miedo al diablo para algunos, pero así buscó
Fiolín, un escape seguro: matar su vida e ir al diablo. Dijo “nunca más, ¡nunca
más! con Dios al lado”. Y murió el niño….
Aplique usted la enseñaza de esta historia.
Aplíquela en sus templos.
Yo lo ruego,
soy Lisandro Muñiz,
y escribo en nombre de Marcos.
¡Al amigo Porrini, a Porrini Marcos!
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ResponderEliminarI just love it!
Me enseña que los únicos que ganaron en esta historia fueron los organizadores de ONGs de caridad, ja aj aja.
ResponderEliminarEl niño al dejar de comer deliraba que veía a Dios hasta que se murió. Que triste!
Enseñanza final: las interpretaciones erroneas de la Biblia pueden llevar a destinos oscuros.
Besos!!
Hay que saber donde vive Andamio, para que nuestros hijos no pasen cerca, no vaya a ser que escuchen esa voz que no puede ser olvidada decirles algo que no entienden y creen cierto...
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