domingo, 26 de diciembre de 2010

Amanda te escribo


Amanda, la guerra es más terrible de lo que mi familia imaginaba. Ellos me exigieron que viniera, que ignorara el arte y mis estudios. Pero no era solo eso, en mis lucubraciones te tenía, pensaba en vos tanto. Yo esperaba trascender un poquito, ganar buen dinero antes de hablarte, digo, expresar mis intenciones. Me refiero a enamorarnos, a que tengamos un gran noviazgo, así como tu hermana lo tiene con Santiago.  
Pero qué cosa el presente, quizás explote o alguien me dispare; entonces ya no especulo igual que antes. Debo sincerarme, digo, vos no debieras ignorar que te quiero tanto. Sí, en quien más pienso es en mí, en mi felicidad. Y mi felicidad no es trascender o el dinero; no, mi mayor gozo es estar junto a las letras, digo, escribir. Y lo que más me inspira son estas lucubraciones en que te tengo, y pienso mucho en vos, y como no puedo tocarte ni verte, me desquito enviándote las cartas que te envío.
Soy muy temeroso, Amanda, si por mi alma fuera ya te hubiera cortejado y hecho hijos hermosos. Pero soy temeroso, Amanda, cuando nos veíamos y te hablaba —digo, nos hablábamos— no podía acortejarte, ni darte un abrazo de amigos, o un beso en la frente. Yo quiero darte muchos besos en la boca, porque eso trae mucha felicidad; en mis lucubraciones te doy besos en la boca, y son sinceros, surgen como del alma. Antes no podía porque era temeroso, digo, aún lo soy, pero siento que si ahora o pronto nos encontrásemos, iría rápido a tu frente y la besaría, a tus oídos y expresaría las intenciones que tengo, y también te daría tantos besos en la boca, Amanda.
 
Algo pasó esta mañana —terrible—, Amanda: un compañero nuestro, Santiago, escribía y sufrió una bala mientras escribía. Santiago preparaba una carta a su hermana cuando le llegaron uno o más disparos al cuerpo. No fue, Amanda, un ataque peruano; no, fue un accidente. Otro de nuestros compañeros, Santiago, disparó por accidente e hirió al otro Santiago. Ambos fueron sancionados, uno por disparar un arma sin cuidado y el otro por no haber dado buen ejemplo de soldado, por no haber perdonado al compañero.
Eso me hizo pensar en vos, digo, en nosotros. Siempre que pienso en vos pienso en nosotros, porque quisiera tenerte como novia. Digo, me hizo pensar en lo injusto de las cosas. Yo estaba encendido en mis estudios y en el arte (antes), y mi arte era inspirado por vos; pero de pronto un ataque: termina la inspiración y vengo a pelear la guerra. ¡Y cuál es mi recompensa! ¡Ninguna! ¡Quizás soy sancionado con morirme en la guerra! Y sé que estas cartas nunca llegan a vos; solo me desquito o me entretengo, Amanda, si te escribo esto poco que escribo. Me hace feliz pensar en vos, e imaginar que te paso mi amor; y así, quizás, si no muero y vuelvo a casa y todavía estás por allá y nos vemos, voy a sentirte mucho más cercana, como si fueras mi compañía, algo del alma, alguien que me ayudó y me acompañó en la guerra. Y así voy a tener mucha confianza, Amanda; ¿para qué? Para hablarte mis intensiones de enamorarnos y de casarnos, y de tener tantos hijos como puedas, Amanda, vos sabés que quiero hijos con vos.

Qué más puedo escribirte. No más, no, porque estoy cansado. Digo cansado pero no de vos o de escribirte sino mi cuerpo, digo, mi cuerpo está cansado del trabajo de hoy y por tantas cosas. Y no quiero cerrar la carta y despedirme como lo hacen todos. No, solo quiero dejar de escribir y cerrar los ojos

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opine sobre nuestros productos

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...