lunes, 30 de enero de 2012

Despojo




cuándo
R.G.:


¿Cómo anda, pastor?   
¿Eh?
¡Hola!


Bueno,

quería contarle sobre una peli que vi.
Usted no sabe lo que fue, me dejó embelesado [¡quedé embelesado!].
Se llama ‘Ljuset’, creo que es extranjera, no estoy seguro, pasa que en ningún momento los actores hablan.











Fue muy curioso cómo la descubrí, porque le juro que si no es por mi cuñado yo nunca miro películas. Fue muy curioso, estaba sentado en el piso armando un rompecabezas y de pronto sentí que algo me rodaba por la pierna.
¿Qué era?

Un disco,
sin cajita, sí, y tenía escrito LJUSET con marcador azul.
El problema con los discos es que enseguida se rompen o se rayan, por eso uno debe usarlos rápido, no son como el caset que es robusto. Bien. -mmm….
Cuestión que quise ir volando a la computadora y ponerlo, pero no, me contuve, debía acabar el rompecabezas, porque sucede que siempre que quiero hacer un rompecabezas no sé,
por cualquier cosa me distraigo.

/dejé el disco por ahí/



¡Pude terminar el rompecabezas! Ahora lo tengo enmarcado y colgado en el comedor de diarios. Es muy lindo, no sé, es de un bebé chino, gordito, subido a un poni blanco. En fin,
resulta que lo terminé y fui a la cocina
a hacerme té.

   
Mientras prendía la hornalla, ¿sabe?,   
escuché una música, venía de la sala. ¡Me asusté!,

creí que era un fantasma. Fui a fijarme y no, no era un fantasma, era el televisor, algo había empezado a reproducirse en el DVD y entonces largaba música. -grrrr… ….
Vi que aparecía un fondo negro y luego en grande, en letra blanca, LJUSET. Claro, ahí entendí, el disco que rodó por mi pierna había empezado a correr; sentí que era el momento de parar la hornalla y sentarme

/a disfrutar de lo que eso fuera/
   






Le cuento la peli:

Todo ocurre en un mismo lugar, en una habitación grande, como un despacho. Hay cuatro personas: un hombre, una señora, un chico, otro chico. El hombre, que parece de unos cincuenta años está parado en el centro de la imagen, es el más próximo. Detrás están los demás: la señora (yo supuse que era su esposa, o al menos la pareja, o la madre de los chicos, los cuales supuse que eran hijos de ambos) está frente a un espejo de pared calzándose muchos vestidos. Uno de los chicos, el más jovencito, está sentado en el piso armando un rompecabezas (tararea un villancico mientras lo arma), y el otro chico, adolescente maduro ya, está escribiendo o dibujando (creo que escribiendo, por como mueve la birome). Los objetos que pueden verse en la habitación son un reloj de mesa (hermoso, parece de oro puro), un enorme trofeo de ajedrez, algunos diplomas o no sé (algo enmarcado y colgado en la pared), un cuadro del Sagrado Corazón y una caja fuerte. El hombre, que está de pie en el medio, tiene una piedra preciosa de como veinte centímetros en las manos. La piedra es una gema, al menos parece una gema (azul), y el señor está mirándola, muy concentrado, con cara seria (mmm…). Cada cual hace lo suyo en esa casa, nunca hablan. El hombre está compenetrado en la gema, como si estuviera buscándole algo. Así, en ese clima sospechoso empiezan a oírse unos murmullos, como de varios discutiendo, pero largan solo ruidos, lo siento así, no son palabras. De pronto se ve que entran a escena unos sujetos de negro, pero más que hombres son como entes (¡pavor!), enojados, son malos, están inquietos, no les gusta que el señor ame tanto esa gema. Miran el despacho y a la familia, planean algo feo, merodean. La mujer y los chicos notan su presencia pero no se molestan, cada cual sigue con lo suyo. Tres, son tres los cosos de negro. Uno agarra el trofeo de ajedrez, otro el reloj, y el otro se queda mirando al señor, esperan de él una respuesta, quieren provocarlo. ¡No pueden!, el hombre sigue compenetrado en lo que sea que encuentre en la gema. Entonces los entes hacen ¡zaz!, el uno se devora el trofeo, el otro el reloj y el otro hizo un ruido en su festejo. Nada, nada. Nadie hace nada. Los entes se indignan y desaparecen. La familia sigue igual, nada, ahora sin reloj de oro y trofeo. La gema del hombre empieza a cambiar de color, de azul va mutando a violeta, cosa muy linda. La expresión del hombre se vuelve más alegre, está emocionado, no trastocado, es un deleite apacible. Sonríe. Empiezan a oírse respiraciones, son jadeos cada vez más intensos. ¡Ahí están! Los cosos negros han regresado. Se mueven de un lado a otro, rezongan, muestran furia por ver al hombre tan no sé, embelesado con la piedra. Ahora los tres juntos se abalanzan sobre la pared y devoran los supuestos diplomas y el Sagrado Corazón de Jesucristo. Mastican de forma exagerada, quieren llamar la atención de la familia, en especial del hombre, porque lo miran a él. Desaparecen. Ahora el despacho está sin reloj, trofeo, diplomas, Cristo. Lamentable. Pero ellos parecen no inquietarse. ¡La gema empieza a cambiar de color! De un violeta claro va pasando a un ocre y amarrillo. El hombre está fascinado, tiene la expresión radiante como si viera el infinito. Ruidos y ruidos y ruidos. Ahí están otra vez esos de negro, se los ve más robustos, rodean al hombre y se quedan un tiempo mirándolo fijo al rostro. Pero no, él sigue fiel con lo suyo. Uno de los cosos suelta un gemido y voltea hacia la caja fuerte. La abre. En el momento en que se abre la caja, tanto la señora como los chicos se avispan. Dejan de hacer lo que hacían. Cara de espanto, pero no intervienen, solo miran. El ente ingresa a la caja fuerte y saca oro y joyas y billetes, y se los da a sus compañeros. Estos rodean al hombre y le muestran el tesoro. Él los ignora. Los entes, rabiosos, devoran toda esa riqueza. La mujer abre la boca, parece que va a gritar pero no, se queda así, con la boca abierta, en silencio, aterrada. Pero sí gritan los cosos, gritan de tanto disgusto. Entonces hacen algo terrible: agarran a la mujer y los chicos, los levantan, los exhiben ante el señor pero este nada, los cosos enloquecen, no soportan. Hacen lo más terrible: ¡mastican y devoran a esos tres de la familia! Oh, imperdonable. La gema sigue cambiando de color, ahora se la ve roja, un rojo lujurioso, inabarcable, radiante. Los entes jadean, gimen, gritan, revolotean, no saben qué más destruir. Entonces dan un zarpazo y desnudan al señor. De otro zarpazo rompen sus orejas. De otro quitan su nariz. ¡De otro parten su nalga! Oh, pero ya basta, se los ve angustiados, inermes. Su potencia de mil tigres ha flaqueado, no pueden seguir destruyendo, los abruma el desconsuelo. El hombre ha ignorado todas las heridas, sigue con su mente y su mirada fijas en la gema, la cual muta y muta sus colores, y parece revelar figuras misteriosas. De a poco estas criaturas se desvanecen, sus gemidos ahora son sollozos y ahora nada, se han ido, se perdieron. Silencio. (mmm….) El hombre está desnudo y herido pero no sangra, y no llora. Está gozoso, embelesado, abstraído en su gozo por la gema. Y ahí, en esa conciencia de enigma se oye un ¡Fliuuuuuuuuuuuuuuuuushhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…!
La gema lo ha transportado.

   

Queda la gema en el piso.
No hay más hombre.


Y ahora se ve qué hay dentro de esa gema. Muchos colores,
y un palacio,




y el Paraíso.
El señor goza y danza en el palacio del Paraíso,


con su familia,




y con música de arpas termina.





Suyo,
L.









4 comentarios:

  1. Buena ilustración para describir a quien tiene una Visión clara y firme, ni aún lo más terrible lo hará claudicar hasta conquistar aquella visión, sueño u objetivo como quiera llamarle.
    En tu relato los "cosos" (temor, fantasmas, inseguridades, fracasos, etc.) solo son vencidos por la certeza en lo que se cree.
    Buenísimo.

    ResponderEliminar
  2. Marcos, sincesaremnte me encantó y me parece que las imagenes son excelentes! El mensaje es maravilloso y la estructura también!!! sos un genio!!!

    ResponderEliminar

Opine sobre nuestros productos

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...