Como bien lo sabe usted, comisario Calma, todo lo que pude
averiguar sobre Juanito fue gracias a los pedazos de papel que dejaba escritos
con sus poemas. Es notable la transformación tan violenta que sufrió durante
sus últimos quince días: me refiero, como bien usted lo sabe, a una
metamorfosis espiritual. La entonación de los versos variaba leve pero
constantemente al transcurrir las semanas; y no solo la entonación, también la
estética, el registro, todo. Bueno, no todo, había cierto espíritu en común,
como un pasionalismo, usted ya sabe, y eso es lo que nos lleva hacia la
principal teoría sobre el caso: Juanito estaba enamorado.
Le explicaré mejor este asunto. El día veintitrés de octubre
nuestro joven escribe su primer poema. Para ser más exactos, conviene aclarar
que más que poemas eran fragmentos, o inicios de poemas; mejor dicho, Juanito
escribía una sola estrofa en cada papel. Pero preste atención a la
característica de esta primera nota. Cita textual:
Ayer crecía, enhiesto,
el tallo de una rosa en mi huerto
la Luna lo sabía y por eso
su sonrisa era de nácar
y su aliento a caramelo
que eclipsaba al cielo
todas las noches desde la terraza
el tallo de una rosa en mi huerto
la Luna lo sabía y por eso
su sonrisa era de nácar
y su aliento a caramelo
que eclipsaba al cielo
todas las noches desde la terraza
No es común que un varón de su edad se ocupe en describir cómo
respondía la Luna ante el florecimiento de una rosa. Ya lo sé, usted me dirá
“bueno, Lisandro, quizás el muchacho era un rarito”; admito que aquellos versos
se prestan a tal conclusión, y de hecho yo pensaría igual de no ser por el
contenido de su segunda nota, la cual dejó sobre la mesa tres del Café Martínez
de Barrio Parque, el veinticuatro de octubre, justo un día después de la poesía
anterior. Transcribo:
No me resigno a dar la despedida
a tan altivo y firme sentimiento
que tanto impulso y luz diera a mi vida.
a tan altivo y firme sentimiento
que tanto impulso y luz diera a mi vida.
Definitivamente Juanito no era un raro, no sentía pasiones bajas
por la Luna y sus colores. No hay ninguna razón para que alguien deba
despedirse del amor a un cuerpo celeste. Tanto yo como mis compañeros en
seguida postulamos que había una mujer, una jovencita, detrás de todo esto.
Pasaba arrolladora en su hermosura
y el paso le dejé;
ni aun a mirarla me volví y, no obstante,
algo a mi oído murmuró: —Esa es.
y el paso le dejé;
ni aun a mirarla me volví y, no obstante,
algo a mi oído murmuró: —Esa es.
Anteriormente le advertí sobre los abruptos cambios estilísticos
acaecidos de un poema al otro. Cualquier experto en literatura afirmaría que
esta última estrofa no fue escrita por la misma persona que compuso las dos
anteriores. El problema es que sí: es la misma letra y la misma firma. Ya no
nos quedaron dudas de que Juanito estaba enamorado. Siente algo fuerte por una
joven, no quiere renunciar a ese sentimiento aunque teme no ser correspondido,
pero dentro de sí considera que aquella chica es la indicada para él. La
cuestión parecía muy trivial hasta el momento.
He renunciado a ti. No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
¡Ah! Primera llamada de atención. Esta cuarta nota la dejó el treinta
y uno de octubre, seis días después de la anterior. Algo había sucedido.
Vuelven las teorías sobre su fascinación con la Luna. ¿Por qué si no “a lo
inaccesible una proximidad de lejanía”? Pero Federico Randamoro se negaba a
compartir nuestra postura. Cómo no se dan cuenta, decía él, de que Juanito está
padeciendo por una mujer. Esta chica, seguía diciendo Federico, le es
inaccesible. Tenía razón, debíamos entender el porqué de esa dificultad. ¿Quién
era la joven? ¿Cuáles eran sus motivos para rechazar al encantador Juanito?
Amigos también son el aire,
el agua, el silencio,
y tú los besas y acaricias
cada día. ¡Déjame entonces
ser tu amigo tanto como ellos!
Esa fue la penúltima nota de nuestro muchacho. Siento escalofríos
cuando la leo, porque me viene el recuerdo de su desdicha, de su final
desdichado. Federico Randamoro sugirió que la chica en cuestión y Juanito eran
amigos. Quizás porque son amigos, decía él, ella no pueda tolerarle un mayor
amor de hombre. Claro, entonces Juanito le pedía que, aún siendo amigos, lo
tratara con el mismo cariño sensual con que trataba al aire, al agua y demás.
Salvo algunos pocos colegas, todos los demás habíamos abandonado ya las ideas
sobre un posible romance platónico entre Juanito y la Luna. ¡La Luna no tiene
contacto con el agua! La amada de Juanito, sí.
A continuación, comisario Calma, le transcribo el desgarrador
último poema. Es una gran exhalación, con un notorio descuido de la estética,
de la musicalidad, de cualquier sutileza. Sabemos que luego de esto Juanito
murió.
¡Ay! Shhh
¡Y ahora no puedo nada!
vos allá,
vos allá,
vos allá
¡Por qué, Dios, siempre allá!
Sí, caigo,
No,
ya no puedo nada.
¿A qué vendrá todo esto? ¿Es lógico suponer que una trivial
historia de amor y rechazo acabó con Juanito? No lo sé, comisario, mis colegas
y yo solo tenemos teorías. Si la Luna, si una joven, si amiga, si no…. Todas
teorías. Los hechos son estos: Juanito escribió seis poemas, los dejó como
palabra al mundo, y luego se fue, desapareció. Espero que usted junto a su
equipo obtenga las respuestas. Lamento ser tan poco inteligente.
Cordiales saludos,
Lisandro
Dulce Juanito, murió de amor, no es ni el primero ni el último.
ResponderEliminarPero nunca vale la pena.
Muy tierno, Marcos, muy romántico.